Quizá puedas llorar en un momento, un ciclo de eternidades que no coinciden con el tiempo que vivís creando, y llorando, una constelación se desarma en tus manos y el cielo te da la pauta de seguir subiendo. Pasan siglos antes que puedas razonarlo, y con tu mano arriba, se te destroza la imaginación, y un relámpago borra lo poco de concentración que quedaba.
Una noche el cielo se decide a caer mas cerca, casi dejándose tocar por todos nosotros, únicamente para probar que es tan alcanzable cómo cualquier hoja en cualquier árbol. Y sangra, para mostrar que quizá es un poco humano, cómo todo lo que está encerrado en este mundo, plenamente humano, quizá en su totalidad.
Eras una bandera, eras un símbolo, un Fabergé sobre una repisa de concreto, ahí, sin ningún tipo de uso. Ahora sos una estrella, estás iluminando caminos y vos seguís pensando que tu único sentido es existir.