Hace ya dos minutos que ya nada me parece normal, que no puedo mirar, donde desesperadamente el hielo se hace cada vez incandescente, cada vez mas duro, y no veo las horas, esas horas que corren, esas que dibujan imágenes, esas horas que corren, esas que dibujan estigmas en la pared de mi conciencia, en sus fragmentos de ayer, pedazos de pecadores inocentes que giran adentro de mi cabeza. Hacen 2 minutos y 10 segundos que pienso que fue lo que abrazando a lo efímero, me dejé llevar por la corriente de mi vida, por lo que siento y guardé. La ventana me da impresiones de una luz tenue, una que se acerca a mi luz, una conjunción de rayos que iluminan lo más claro de mi alma, y se van, como una rosa se marchita por una helada que cae afuera de mis manos. Hacen 2 minutos y 14 segundos, o infinitos, que no veo más, que me veo, veo mi cuerpo inmóvil, veo un cielo azul, veo una sombra, veo agua y sol, y cielo de nuevo. Una escalera sube, sube, y no la veo mas. ¿Cuáles son las visiones, cuáles son las que me impiden liberarme de este peso, de esta pesada gravidez, de estas ataduras ígneas de siempre, desde siempre? No entiendo. Un suelo, frío suelo se rompe en mis manos, pero no siento frío, una ráfaga que me muestra todo lo que me hace falta, todo, está ahí, es una joya preciosa, una mirada esperanzadora tallada en la pared de mi tórax, es una corazonada que me acerca y me da fuerza, la de mis pies, la que me mueve, la que me da vida y me hace seguir adelante, y no caigo. Hace ya 2 minutos que estas gotas caen en mi alma, pequeñas perlas de una visión, de una impresión sincera, de una que se aleja desgarrando disparos de una pistola o revolver, no tengo idea. ¿Abro los ojos? ¿O solo pienso? NO, no los tengo que abrir. Mi pecho reventó, mi pecho se destrozó, sangre, ahora no hay mas. No veo sangre. Tengo miedo, miedo de mi mismo, tengo miedo de lo que pueda llegar a ser, o de soñar. Los sueños de la razón producen monstruos, y siguen caminando, siguen funcionando los engranajes de ésta maquina, perfecta tal vez, pero estropeada a propósito, porque nada puede ser perfecto. Éstos dos malditos 2 minutos siguen y siguen y siguen y esas caricias están ya lejos, todavía las siento, pero ahora el recuerdo como una brisa suave corta al viento en nuestra niebla, entre nosotros, como un glaciar que se quiebra y se derrite, que se corta y quiebra. Hace 2 minutos realicé que no se quien soy, y sigo sin saberlo, pero... ¿Qué importa? Ahora soy yo.